Las heridas de la infancia son un tema importante en la psicología, ya que pueden tener un impacto duradero en el desarrollo y la salud emocional de un individuo. Estas heridas pueden ser causadas por una variedad de factores, incluyendo abuso, negligencia, traumas y traiciones por parte de cuidadores y otros seres queridos.
Hay varios tipos diferentes de heridas emocionales que pueden ocurrir en la infancia, algunas de las cuales incluyen:
Negligencia: cuando un adulto responsable no proporciona las necesidades básicas de cuidado y atención a un niño, como alimento, ropa y un lugar seguro para vivir.
Abuso físico: cuando un adulto utiliza la fuerza física de manera intencionada y dañina contra un niño, como golpear, empujar o agarrar de manera dolorosa.
Abuso sexual: cuando un adulto tiene contacto sexual con un niño o le hace realizar actos sexuales, ya sea por medio de la fuerza o engaño.
Abuso emocional: cuando un adulto utiliza palabras o acciones para dañar emocionalmente a un niño, como ridiculizar, humillar o amenazar.
Abandono: cuando uno o ambos padres dejan a un niño sin cuidado o protección durante un período prolongado de tiempo.
La infancia es un período crítico en el desarrollo de una persona, ya que es cuando se establecen las bases para la salud emocional y el bienestar en la edad adulta. Cuando un niño o niña experimenta heridas emocionales durante esta etapa, puede afectar su capacidad para establecer relaciones saludables y confiables con los demás, así como su autoestima y su habilidad para manejar el estrés y las emociones.
Las heridas de la infancia pueden manifestarse de diferentes maneras, dependiendo de la edad y la personalidad de cada individuo. Algunos niños pueden mostrar signos de ansiedad, depresión, agresividad o comportamientos autodestructivos, mientras que otros pueden desarrollar trastornos alimentarios, trastornos del sueño o problemas de salud mental más graves. También pueden afectar la capacidad del niño para aprender, ya que las emociones negativas pueden distraer la atención y dificultar el proceso de enseñanza y aprendizaje.
Afortunadamente, las heridas de la infancia pueden ser tratadas y superadas con la ayuda de profesionales de la salud mental. La terapia puede ser una herramienta valiosa para ayudar a los niños a procesar y liberar sus emociones negativas, así como para aprender habilidades para manejar el estrés y las emociones de manera saludable. También es importante que los padres y cuidadores brinden amor, apoyo y comprensión, y creen un ambiente seguro y estable en el hogar.
En el caso del adulto, si hay heridas emocionales de la infancia que todavía le afectan, el terapeuta le ayuda a procesar y sanar esas heridas. La terapia es un lugar seguro y sin juicio, donde la persona puede hablar sobre sus experiencias y emociones de una manera que le permita conocerse. Estas heridas pueden ser trabajadas con diferentes técnicas y enfoques, uno de ellos es la terapia de aceptación y compromiso o ACT.
La terapia ACT es un enfoque útil para ayudar a los adultos a trabajar en sus heridas emocionales de la infancia. El trabajo del terapeuta contextual se centra en ayudar al cliente a aceptar las emociones y pensamientos difíciles en lugar de luchar contra ellos. Un proceso que ayuda al cliente a comprometerse a tomar acciones en función de los propios valores personales. Este proceso puede incluir técnicas como la observación y la descripción de las emociones y pensamientos, la definición de valores y la toma de acciones en función de ellos.
A modo de conclusión, cada persona puede experimentar estas heridas de diferentes maneras y en diferentes grados de intensidad, y pueden afectar su desarrollo emocional y su bienestar a lo largo de la vida. Un terapeuta contextual ayuda a las personas a aceptar sus experiencias pasadas y a desarrollar una nueva forma de responder a esas emociones en su vida actual.